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sábado, 9 de abril de 2011

El origen de mis dudas.

Y se me cae el alma a los pies, la arrastro por el suelo, la piso, la mojo en champán. Un brindis por este surco que deja y se sujeta a mis tobillos. ¿Lo ves? No se quiere ir, ni desaparecer, no quiere que se vuelque la copa en la que bucea ni que exploten sus burbujas. Y por eso va mojando el suelo, empapándolo de miel, mientras la luna lo observa y se pregunta si servirá de algo. Lo acaricia con la mirada, tan lejana, con esa belleza distante y dolorosa, empañada de noches sin sueño. Los ojos cubiertos de estrellas, la ocuridad mas ciega que nunca se guarda lo que piensa para sí, y lo deja estar. Y mientras mi orgullo se tambalea sobre mis dedos, buscando ese equilibro que se desvanece poco a poco, rajando con sus dudas toda esa frialdad que añoro. Pero sonríe. Sí, sonríe, porque ante todo va a hacerte creer que esta bien, que nada le afecta. Ni el viento que lo empuja de un lado a otro, ni las ideas que rompen su cabeza sin cesar, ni las mareas que lo arrastran. Orgullo. Sin prejuicio. Tan sólo una roca en la inmensidad del mar. Un punto en mi cabeza que mantiene la razón por encima de todo, aunque caiga y se haga añicos, aunque no sepa ni por dónde empezar. Pero la noche sigue ahí, inmune, tambaleando el mar y cantando junto a las siernas. Desprendiendo ese olor a sal, mientras desde la orilla mis manos acarician la tierra y hunden los dedos en la arena, con mi orgullo sobre ellos y un rastro de ideas que no me dejan en paz. 

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