Vistas de página en total

lunes, 11 de abril de 2011

Distancia.

Y de tu boca salió un quizá, una esperanza tan efímera que  se desvanece con apenas rozarla. Mil dudas, mil historias. Ninguna que importe. Y ahí estaba yo, ahuyentando las horas que no dejaban de pasar. Para mí el tiempo no existía en aquel instante, tan sólo veía lo que a mis ojos les gustaba observar, analizando cada detalle, cada movimiento, estudiando todos tus gestos y contando los segundos que pasaban entre suspiro y suspiro. Tus respiración me animaba a seguir. Era como una carrera que en secreto ambos manteníamos, cómplices de algo que ninguno de los dos había dicho en voz alta. Pero lo dejábamos estar, sin preocupaciones ni prisas, con esa lentitud tenue que te caracterizaba, alargando cada momento tanto como se te antojara. El aire frágil se colaba por mis pulmones y cariciaba mis sentidos, los mecía al compás del tiempo que poco a pocos nos abandonaba. Y seguíamos a distancia, una distancia muy corta, prudente, que casi ni existía, pero que ahí estaba, separando tus recursos de los míos. Era lo único permanente en aquella situación, los que nos impedía acercarnos un poco más. Como si aunque fuese tan pequeña, tuviese toda la fuerza que a nosotros nos faltaba y se mentuviese firme, como una roca fina y afilada. Casi la podía palpar, siempre había estado ahí, controlando la situación, volviéndonos locos. Y en el momento en que intentaba traspasarla, me empujaba hacia atrás, te alejaba con su fuerza y nos separaba de nuevo, esta vez a más distancia que antes. Y siempre, poco a poco, casi con miedo, nos acercábamos de nuevo a ese punto en blanco en el que nos habíamos acostumbrado a estar. Pero nos quedábamos ahí, quietos, casi con sigilo, esperando a que el otro hiciese algo. Pero ese algo nunca llegaba. Y así podríamos haber seguido siempre, sin traspasar esa barrera vacía, esa barrera en la que creíamos que había un precipicio que tendríamos que llenar con palabras. Pero las palabras no eran nuestro fuerte. Escaseaban en nuestras interminables conversaciones de silencios. Pero eran silencios que nos encantaban, que encerraban todo lo que no decíamos, porque no hacía falta decirlo. Esos silencios que no podría caber en el vacío, que no podrían.

1 comentario:

  1. me gusta tu blog ! te sigo ! te pasas por mi corazon y me sigues ? (:

    ResponderEliminar