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miércoles, 10 de agosto de 2011

Alone. Always.

Sentada en el borde de la acera, vomitado hasta la bilis que ya creía que no podría salir, los pies me temblaban. La boca reseca se llenaba de comida de días pasados y  de alcohol. Se peleaban con mi garganta por salir fuera. Que asco me daba en ese momento. Dejé caer la cabeza entre mis manos, el pelo me tapaba la cara y mis piernas, muertas de frío, se juntaban entre sí.
Cuando levanté la vista me encontré con un cielo raso, acusador, tan brillante e iluminado que se recreaba en mi soledad como nadie. Maldito dolor. 

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