Porque cada vez que echaba a correr los minutos se volvían segundos disueltos en el viento, una y otra vez, sin pausa ni frenos que condenasen a su alma al pesado sol de invierno. Agarraba la tierra con fuerza en cada zancada, mordiéndola a golpes y sintiéndose parte de algo que no llegaba a comprender. La verdad de saber cómo caer, de que le gustase y quisiese repetir, de volverse loco entre los árboles que dejaban pasar los rayos de sol entre sus hojas; lenguas de luz que abrían el espacio, tan grande, tan denso, tan metido entre las sienes que lo expulsaban con dolor.
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martes, 14 de febrero de 2012
Quiet.
Off the races. Totally. All of me.
Porque cada vez que echaba a correr los minutos se volvían segundos disueltos en el viento, una y otra vez, sin pausa ni frenos que condenasen a su alma al pesado sol de invierno. Agarraba la tierra con fuerza en cada zancada, mordiéndola a golpes y sintiéndose parte de algo que no llegaba a comprender. La verdad de saber cómo caer, de que le gustase y quisiese repetir, de volverse loco entre los árboles que dejaban pasar los rayos de sol entre sus hojas; lenguas de luz que abrían el espacio, tan grande, tan denso, tan metido entre las sienes que lo expulsaban con dolor.
Porque cada vez que echaba a correr los minutos se volvían segundos disueltos en el viento, una y otra vez, sin pausa ni frenos que condenasen a su alma al pesado sol de invierno. Agarraba la tierra con fuerza en cada zancada, mordiéndola a golpes y sintiéndose parte de algo que no llegaba a comprender. La verdad de saber cómo caer, de que le gustase y quisiese repetir, de volverse loco entre los árboles que dejaban pasar los rayos de sol entre sus hojas; lenguas de luz que abrían el espacio, tan grande, tan denso, tan metido entre las sienes que lo expulsaban con dolor.
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