Vistas de página en total

lunes, 3 de marzo de 2014

El arte de morir en paz

¿Inmutable yo?
Mi cielo se trastorna; es gris; es penumbra.
Mis ojos te contemplan loco
(Casi delirante)
Con la sonrisa más pura que jamás se haya visto.
La nubes ya no son cuentos que poder adivinar,
Sus historias se nos negaron hace tiempo.

Y en cambio aquí, ahora, en éste instante:
Te deleito.

Mis horas, mal calculadas, son la promesa incierta de un porvenir más llevadero,
Se derraman sobre cada pálpito
(Que ya no es tuyo, ni mío).
Y la saliva que antaño quisiste,
La de los sabores infinitos,
Hoy se torna insípida.

Y en cambio aquí, ahora, en éste instante:
Te anhelo.

El viento ruge,
Se lleva tus flores recíen bañadas en agua de mis ojos,
Pero yo no le tengo miedo,
Ya se llevó de tí hasta el respirar,
Ya se ensañó en tus venas, en tus manos, en tu cuerpo antaño tan lleno de vida.
Los días corren, corren muchísimo,
Y sin querer, algunas noches, se me ha olvidado soñar.
Tengo las manos agrietadas por el frío,

Y en cambio aquí, ahora, en éste instante:
Te presiento.

La lluvia limpia y calma cada murmullo del Sol,
Ella colorea tu cielo, allí arriba,
En lo que aquí transcurre como un Infierno de soledad.
Y he de confesarte que casi tiemblo al pisar tu tierra,
Tan muerta,
Casi te inundo de dolor y sal,
Al punto de que casi me arrepiento.

Pero en cambio aquí, ahora, en éste instante:
Todavía te recuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario